Por Laura Hernández Cuervo

La dinámica del deporte ha cambiado a lo largo de los años, pero su historia y su pasado no pueden negar la narrativa relacionada con la guerra y la imagen que se busca recuperar a través del deporte y las victorias de deportistas y equipos.

En Play the Game 2024, Ian Mengel relacionó los conceptos deportivos y la militarización de los mismos, comenzando desde el concepto en el que hay un ganador y un perdedor, así como las fanaticadas y su uso del lenguaje de apoyo a sus equipos, fomentándolos y relacionándolos como «guerreros», «rivales» y «equipo enemigo». De esta manera, se observa que las narrativas del deporte no se han alejado de sus orígenes en la guerra.

Es entonces cuando la conceptualización y la relevancia del deporte deben tener un camino más claro e inclusivo. No se puede dejar de lado el pasado, pero sí se puede lograr una adaptación colaborativa mirando hacia el futuro.

Por otro lado, el uso del deporte para enmendar o reparar la imagen de un país o una sociedad se ha vuelto un tema crítico. El uso de eventos deportivos y la promoción de diferentes disciplinas parecen ser el nuevo objetivo de algunos países y clubes para eliminar la mala imagen y casos como la violación de los Derechos Humanos de los trabajadores.

Dejar de lado el tema político dentro del deporte es una tarea imposible. Con el paso del tiempo, el deporte se ha convertido en una herramienta política y ha creado una relación en la cual ambas se benefician, ya sea de manera ética o no.

Finalmente, la posibilidad de romper esa relación y eliminar el concepto real de «sportswashing» es utópica, pero la verdadera meta del deporte es romper con estereotipos y fomentar la inclusión. El uso político del deporte puede ser utilizado para promover la importancia de las causas y el activismo, aunque la verdadera finalidad es establecer límites éticos donde la política no manche el deporte.

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